Carta a mis hermanos de la tierra.
Soy latinoamericano; soy también habitante de este continente que Colon-izado llamaron América.
Soy descendiente de emigrantes europeos, más concretamente italianos.
Hijo de uno de los tantos seres humanos que emigraban desde países desbastados por guerras y hambruna a esta Argentina generosa si la hubo; contenedora y protectora de todas las corrientes inmigratorias que quisieron habitarla, y porque no, construirla junto a nuestros criollos e indios (salvados del primer exterminio invasor) masacrados luego, por pretender reclamar lo que ancestralmente les correspondía y corresponde aún.
Soy heredad de esa cosmogonía que nos hace parte “entre todos” sin sentenciar nuestro origen como divisorio, sino como unión de sangres hermanas.
Soy donde voy hijo de esta Suramérica mestiza, austral de vientos y mares, de bosques y altas cumbres.
Valles y llanuras pobladas de ríos que riegan desiertos tupidos de vides hasta el norte tabacal, cañero y yerbatero.
Soy quien vive hoy en una democracia conquistada por un pueblo que “nunca más” acepta dictaduras militares ni de ninguna otra índole: Monárquica, oligárquica, religiosa, eclesiástica o financiera.
Soy de este pueblo que todavía busca sus “desaparecidos” entre los desaparecedores y tantos aparecidos que ocupan los poderes centrales de justicia, leyes y gobierno.
Soy de aquí, de los que sueñan y trabajan por una sola América, libre de depredadores de culturas milenarias y recursos naturales; Libre de Imperios provengan de donde provengan.
Soy este que soy, amante de la creación y sencillamente dotado de un corazón que late todavía esperanzando horizontes; sintiendo la urgencia de construir la alegría sin perder la necesaria resistencia a entregar la calma.
Soy así, tenazmente des-colonizado hace tiempo, quién emancipadamente y desde la diversidad proclama la paz, sin conceder permiso a ningún imaginario “Rey”, que se arrogue de poseerla.
Miguel Longarini
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